Estamos más enamorados del deseo que del objeto deseado. Buscamos la búsqueda. He ahí el laberinto sin salida. En el que se respira el gas del sueño. Que nos baña en intensidad y en disconformidad. Que da lugar a la autosuperacion... ¿o sera a la ambición? Ambición de poder... de conocimiento, de alcanzar cualquier horizonte en el que proyectemos la felicidad. Solo son excusas para dormir. ¿Será que solo se encuentra al dejar de buscar? Esperar sin codiciar, dejarse encontrar por la salida del laberinto, invertir los roles para gobernar el juego. Lucas Blanco.

viernes, 22 de julio de 2011

ANUHCTAL

-¡Anuhctal esta aqui!- dijo.

Yo imaginaba el bramido tan atronante, tan avasallador, que nada más importaba. Cuando amainó, percibí un aumento súbito en el volumen del agua. El arroyo, que un minuto antes había tenido una anchura de menos de treinta centímetros, se expandió hasta ser un lago enorme. Luz que parecía venir de encima de él tocaba la superficie como brillando a través de follaje espeso. De tiempo en tiempo el agua cintilaba un segundo: dorada y negra. Luego quedaba oscura, sin luz, casi fuera de vista y sin embargo extrañamente presente.

Fragmento de "Las Enseñanzas de Don Juan"
Carlos Casteñeda.

ABUHTOL

-¡Abuhtol ya esta aqui!- dijo.

Yo nunca había oído esa palabra, y meditaba si preguntarle sobre ella cuando percibí un ruido que parecís ser un zumbido dentro de mis orejas. El sonido se hizo gradualmente más fuerte, hasta semejar la vibración causada por un enorme zumbador. Duró un momento breve y se fue apagando hasta que todo estuvo otra vez en silencio. La violencia y la intensidad del ruido me aterraron. Temblaba tanto que apenas podía permanecer en pie; sin embargo, mi estado era perfectamente racional. Si unos minutos antes me hallaba soñoliento, esta sensación había desaparecido por entero, dando paso a una lucidez extrema. El ruido me recordó una película de ficción científica en que las alas de una abeja gigantesca zumbaban al salir de un área de radiación atómica. Reí de la idea. Vi a don Juan reclinarse para recuperar su postura relajada. Y de pronyo volvío a acostarme la imagen de una abeja gigantesca. La imagen era más real que los pensamientos comunes. Estaba sola, rodeada de una claridad extraordinaria. Todo lo demás fue expulsado de mi mente. Este estado de claridad menta, si precendente en mi vida, produjo otro momento de terror.

Fragmento de "Las Enseñanzas de Don Juan"
Carlos Casteñeda.